Están los que usan siempre la misma ropa. Están los que llevan amuletos. Los que hacen promesas. Los que creen en supersticiones y están los que siguen corriendo cuando les tiemblan las piernas. Los que siguen jugando cuando se les acaba el aire. Los que siguen luchando cuando todo parece perdido, los que no se quejan, por que saben que el dolor pasa, el sudor se seca y el cansancio termina. Pero hay algo que nunca desaparecerá, la satisfacción de haberlo logrado. La determinación de alcanzar la cima. Una cima a la que no se llega superando a los demás; Sino superándose a uno mismo.
Ven. Entra en mi vida, desordénalo todo, rompe mis esquemas, hazme reír y llorar, llorar de felicidad, despiértame a besos y vuelveme loca. Sorpréndeme cuando menos lo merezca y enséñame a mirar la vida sin reloj. Y si te vas, hazlo sin hacer ruido antes de que amanezca. Como si todo hubiera sido un estúpido sueño sin pies ni cabeza.
(Que increiblemente cierto es eso de que lo facil aburre y lo dificil atrae de una manera asombrosa.)
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